No es por el mérito de los años cumplidos, que también, sino sobre todo por haber tenido la inigualable ocasión de haberlos compartido con ellos que siempre son atención, compromiso, fidelidad y la mas desprendida generosidad, siempre dada con la sencillez y humildad de los que se entregan por completo sin buscar contrapartidas ni oropeles. Por eso fue el reunirnos con dos de los nuestros, Enrique Perez y José Miguel Perez, que cumplieron, como costaleros, treinta años el primero, y veiticinco el segundo. Ambos un ejemplo para todos, un orgullo para cuantos con ellos hemos compartido trabajadera y un lujo para las cuadrillas de las que forman parte y desde luego el cofrade donde mirarnos.
Enrique y Josemi son dos almas gemelas, en su actitud personal y en su carisma cofrade. Los que nos honramos en conocerlos sabemos y sentimos que nuestra relación supera la meta de la amistad y los tenemos como hermanos auténticos, en la fe y en el sentimiento, no fallan. Y le reconocemos y admiramos el trabajo y dedicación que, día a día, ponen en el vivir de hermandad, en nuestra Semana Santa que tanto y tan bueno recibe de estos dos grandes del mundo cofrade. En todos sus ámbitos porque son diversos los cargos de gobierno por los que siempre luchan en sus hermandades y su participación, constancia y abnegación es para todo quehacer cofrade. Y es que el mundo de la trabajadera, que viven con la pasión del que lo siente como propio, nunca ha limitado su vinculación cofrade; son, han sido siempre, cofrades de compromiso, tanto mas grandes cuanto lo es la humildad de sus composturas.
Para muestra de lo dicho, como constancia y para la memoria, se le hizo entrega de sendos cuadros. Y nada mejor que fueran de la devoción que nos reunió y que con tanto orgullo compartimos, la de Ntra. Sra. de la Esperanza.
D. José Carvajal también quiso homenajearlos regalándole, como recuerdo del momento, un costal de plata que, con agradecimiento a su capataz, recogieron nuestros amigos.
A Enrique y Josemi el agradecimiento de todos, celebraremos cada año que estemos juntos.
A propósito de lo vivido, y entre contertulios, Francisco Javier Molina a tenido a bien dedicarle a Enrique el siguiente soneto acróstico:
AL MARQUES DE PÍ.
Entre el Realejo y Santa Paula
Nimbado con su costal blanco o morado,
Reparte su magisterio atogado
Instalado en la trabajadera, su aula.
Quintaesencia de la puntillosidad,
Ubérrimo albacea y tertuliano,
Exigente cofrade, mas siempre hermano.
Pulquérrimo defensor de su ciudad.
Entre varales de plata la lleva
Revirando entre el ojal y el corazón,
Entre incienso, túnicas nazarenas,
Zambranas, palios, nardos y azucenas;
Pí, cinco lustros bajo la parihuela
Ilustre marques de nuestra devoción.
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Hace 3 años
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